14.10.11

...es tarde, acabo de sedar mi cuerpo con esa maldita adicción, la cual que creí podría reemplazar mis deseos por verle de nuevo, para no consumirme, para no llenarme de su ausencia, para no vivir sin su vida junto a la mía. Pero más así, está presente, taladrando senderos nuevos en mi memoria para que la morfina no le encuentre y le quite de su reino, una y otra vez, en sus otoños, en sus inviernos, allí está, sin sonreir, con el sol en el rostro, sus ojos azules y los labios apretados ¡Y yo sigo esperando que llore o que ria de una maldita vez! Pero que haga algo... que me toque, que me haga sentir de nuevo. Sus labios, tus labios, tus labios, mis labios... sus labios queriendo gritar y los mios muriendo por contenerlos a besos. Mi nombre en sus labios, tan pequeño, tan perfecto, con la entonación más exacta como si hubiese sido creado para que su voz lo cantara, lo contara, lo dijera, lo susurrara, lo gimiera, lo gritara, lo murmurara... en cierto modo, mi nombre tomaba significado cuando lo decía quedito en mi oido despues de abrazarme... ¿O es qué acaso eso jamás sucedió?... la morfina, al igual que Dios, trabaja de maneras misteriosas...

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