16.10.11

Capítulo 2

El dueño del mundo.

Despertó seis horas después en el callejón contiguo al antro aquel, obviamente sin billetera y con dos golpes muy fuertes en las costillas, no estaban rotas, se quedo un rato viendo el cielo gris y sintiendo el frío de esa maldita mañana de invierno. Hacía tanto frio que podía ver su aliento congelarse al salir de su boca; sonrió, aquella noche había sido memorable.

Se levantó como pudo y de sus calcetines saco una cajetilla de cigarros, encendio uno y dio gracias al cielo de que esos no se los hallan robado, camino a tientas por las calles imaginando una vida mejor, una familia, un abrazo reconfortante cuando llegara a casa.. todo eso que ya no tenía.
 

...
La lengua tibia se pasaba libremente por entre los muslos, las manos temblorosas y tibias acariciaban suavemente las afiladas caderas, los jadeos se hacían cada vezmas insinuantes, el aire pesado hacía que se dilataran las horas, una tras otra en esa insesante tortura que era el placer que esa lengua era capaz de provocar en aquel cuerpo. Los cabellos rubios brillaban al fuego de las luces rojas que adornaban aquel oscuro recinto, su piel sudorosa y resbaladiza atizaba aún más el destino, era como estar viendo la lustrosa piel de una serpiente enredandose en el cuerpo de su amante, fuerte, apretando más y más hasta hacerle reventar los sentidos..

El primer gemido salió de forma entrecortada, un hilo de saliva unió los labios del rubio con el cuerpo del otro; tembloroso, rabioso.. Sonrió, sabía que le tenía en la palma de su mano, podría pedirle lo que quisiera en ese instante y el otro demonio se lo daría sin chistar, pero lo cierto es que estaba gozando de aquella labor, el demonio de cabellos oscuros que estaba a punto de venirse en su boca realmente le gustaba. Continuó su labor por un rato más, abriendo la boca lo más que pudo para recibir de lleno el miembro grueso y palpitante de su amante, de su dueño; su nombre era Teru o como él lo llamaba Mikami, tenía casi treinta y dos años y era el dueño de todos los antros de la parte baja de la cuidad y de otros cuantos negocios legales.. ilegales.. que importaba, era el dueño del mundo.

El rubio que tenía entre las piernas, entretenido en chupar y lamer su miembro era Mihael. No se sabía mucho sobre él, solo que Mikami se lo tiraba desde que tenía doce y que era su mano derecha. También su afición por el chocolate era bien conocida por los miembros de la pequeña pero poderosa mafia de la cual era lider su dueño, como él mismo le llamaba. Si ponía tanto empeño en aquella labor no era solo por gusto si no porque lo había hecho enfadar al bajar con el gentío a bailar, él solo podía hacerlo frente a él, para él, con él. Aquello había sido un atrevimiento que le costaría la vida a muchos y si no hacía bien aquello, también le costaría la suya.

Sintió en su boca el sabor peculiar de la propia lubricación del mayor y comenzó a poner más enegía en sus movimientos, su cabeza subía y bajaba al ritmo que la mano que tenía aferrada a sus cabellos humedos por el sudor del baile y la excitación; podía sentir su propio miembro palpitar y humedecerse, los gemidos y jadeos entrecortados del mayor le hacían excitarse aún más. Mantuvo la cabeza quieta provocando una mirada de reproche por parte del otro y dedicandole su más encantadora sonrisa, comenzó a meterlo por completo en su boca haciendo que el glande enrojecido y humedo tocara su garganta. Las arcadas no se hicieron esperar y al contraer su garganta con fuerza pudo hacer presión en aquella zona tan sensible del otro. Su lengua se movió libremente a lo largo haciendo circulos con la punta y presionando con autentica maestría cada vena hinchada.

El cuerpo de Teru se tensó poco a poco hasta quedar completamente indefenso ante aquellas caricias.. estaba a punto de estallar y llevando ambas manos al rostro del otro, lo empujo más contra su entrepierna provocando aún más arcadas y golpes en el pecho por parte del rubio, se estaba ahogando pero eso era lo de menos, quería venirse, ya. Acabar en la boca de aquel pequeño rubio que tan deliciosamente le había estado comiendo la polla por horas. Si quería contentarlo, ya estaba hecho. Se corrió cuantiosamente y conteniendo la respiración se dejo caer en el enorme sillón que la hacía a veces de cama para sus ganas. El rubio tosió escupiendo parte del semen del otro tomandolo con los dedos para lamerlo y que nada se desperdiciara. Se tumbo en el suelo frente a él y lo miro angelicalmente mientras se relamía de las comisuras el rastro de aquel intenso orgasmo.

-¿Ya no está molesto conmigo.. verdad?, preguntó con voz apagada, tenue, como de niño.

El otro volvió a encenderse solo de escucharlo y negó despacio aún sin salir del intenso trance e inclinandose hacia delante le acaricio las mejillas con el mismo cuidado con el que tocaría una figurilla de cristal, le sonrió y paso las manos por el delicado cuello del otro, humedeciendose la punta de los dedos con el sudor del rubio le tomo con fuerza del cabello para hacer su cabeza hacia atrás y pegar los labios a la comisura ajena.

-Si vuelves a hacer eso.. te mataré y te juro que ninguna de tus artes en la cama o fuera de ella te va a salvar.. Eres mío. ¿Te quedo claro, Mihael? Mio.. Ahora dilo..
El rubio apretó los ojos y llevo las manos hasta las que le oprimían los cabellos y se quejo por el mal trato, le miró de reojo con la furia encendida en los ojos y las mejillas y apretando los labios maldijo y asintió..

-Dije, dilo.. No asiente.. Ahora dilo.., espero una respuesta que no llego por varios minutos y acabandosele la paciencia lo levanto de los cabellos para tirarlo al suelo. Estaba más que visto que lo haría gritar que era suyo, por gusto o por rebeldía o por simple placer de llevarle la contraría no lo haría tan fácil, aunque lo haría, si él tenía artes para dominar al mayor, el mayor las tenía para volverlo loco. Dentro y fuera de la cama..

-Esto no terminará pronto Mihael y depende solo de ti que lo disfrutes..

El rubio sonrió y caminando a gatas hasta el mayor que ya se iba despojando de sus ropas, comenzó a hacer lo mismo sin dejar de sonreírle ni un solo instante.

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