15.10.11

Las verdades Irrefutables y las pequeñas tragedias.

Capítulo 5


No se si te ha pasado alguna vez.. que te sientes tan triste y tan solo.. como cuando no sabes encontrar el camino a casa después de una tormenta.. o te pierdes en alguna estación de trenes, tan solo.. que podrías caer a mitad de la calle y nadie voltearía tan solo a verte para burlarse. Lo peor es que tienes la certeza de que nunca te van a encontrar, aunque tu pongas anuncion de “Estoy Aquí” o grites.. porque a nadie le importas, porque nadie te detendrá en algún sitio y te dirá “Aquí estás.. No sabes cuanto te he buscado” Eso no le ocurre a cualquiera.. menos a personas como nosotros. Los demás son como balas que arden cuando abren la herida, él era el arma con la que me disparaban, su llanto me escocía el alma y su rabia alimentaba mi vida..

Cuando despiertas después de un mal sueño no sabes como reaccionar; como si de pronto despertaras en una cama extraña y sintieras la necesidad de llamar a mamá para que te abrace y te diga que todo estará bien.. pero mamá no existía y nada estaría bien.. simplemente despiertas en la cama de un extraño, con miles de balas de en el cuerpo, en el alma.. pensando que aún era pronto, el sol no salía.. ¿Saldría?.. Porque parecía que el mundo quería detenerse, el cielo podría nublarse y entonces.. te das cuenta que al mundo no le importa lo que te halla pasado, por muy triste o miserable que te sientas.. el mundo sigue ajeno a tu pequeña tragedia, las estrellas no se apagan ni se detiene el tiempo, simplemente tu vas cambiando y no porque quieras, si no porque ya no tienes nada más que un montón de cuerpos fríos en lo que un día llamaste hogar.

Despertó una hora después de que la policía se fue, aún estaba fresco el olor a sangre y pólvora que despedía el departamento a solo dos puertas, estaba cercado por esas banditas de plástico amarillas, chillantes, insolentes. Abrió los ojos poco a poco, la habitación no era tan diferente aunque si carecía de todo tipo de adornos, como si nadie viviera ahí.. Hasta que de pronto recordó lo sucedido, se levantó de aquella cama de cobijas gruesas y rasposas buscando una puerta, deseando encontrar del otro lado la golpiza que seguramente ya nunca le darían.

Pero lo que encontró fue un hombre de elevada estatura y ojos grises.. como la luna, recordó entonces al conejo y este a su vez le recordó a si mismo, quiso sonreir pero ciertamente no tenía ningún motivo para hacerlo. Miró hacia la puerta y un nuevo exceso de llanto le sobrevino, se tiró en el suelo abrazando sus rodillas y dejo que el dolor saliera, no por la perdida reciente, si no porque ahora estaba solo.. completamente solo, sin tierra ni cielo, pero si un basto Infierno del que estaba seguro jamás saldría. El hombre de los ojos grises se le acercó despacio y tomándole de los brazos no con mucho cuidado lo levanto y le miró fijo a través del flequillo.

-Llorar no te arreglará la vida.

Bastó eso. El llanto paro y un sentimiento extraño le invadió el pecho, aquellas palabras eran lo que los mayores llamaban como verdades irrefutables, el llanto no arregla nada, solo empeora la vista y nubla el pensamiento. Papi ya no estaba, ni la zorra ni su maldito hijo, aliviado estaba, quiso sentirse culpable pero no lo hizo. La vida continuaba, la vida seguía.. su pequeña tragedia tampoco a él ya le importaba.

-¿Cómo te llamas?..
-Belphegor..
-Ese no es un nombre muy común
.-Es el nombre de un Demonio.. ¿Y tú?
-Superbia..
-… Lindo nombre..

Definitivamente no se trataba de un niño común y corriente, cuando el llanto había cesado lo invitó a sentarse en la mesa que tenía en la cocina, frente a la ventana donde descansaba su planta. Pudo verlo con detenimiento, los rayos de un sol a punto de morir en el atardecer le daban una luz especial, la tristeza le sentaba, pero algo había en el que le hacía resignarse, debían ser sus ojos ocultos o las manchas en sus mejillas provocadas por la tierra y el llanto, tenía el cuello demasiado delgado y pequeño, las clavículas pegadas a la piel y el labio inferior herido, un golpe seguramente pensó.

-¿Tienes a dónde ir?

Superbia le ofreció un jugo de naranja con vodka para relajarlo mientras seguía mirando y analizando al pequeño que inspeccionaba el lugar como si quisiera encontrar vestigios de vida en éste, no encontró nada, más que la planta frente a la ventana que parecía saludarle con una sonrisa, Belphegor se la devolvió con la alegría infantil que da encontrar a alguien amigable en el mundo. Superbia alcanzóa ver la sonrisa.. no, la tristeza no le pegaba en nada, el pequeño había sido creado para sonreír.
Ante la negativa del pequeño a la pregunta hecha por el albino éste no tuvo más remedio que ofrecerle el departamento por esa noche, el frío se instalo en la barriga de Belphegor y tuvo que reprimir un sollozo cuando el otro se levantó dejándole ahí, de nuevo.. solo.

-No tengo a donde ir..
-Ese no es mi problema.
-Por favor..

Hay algunas palabras que llegan a calar muy hondo en el alma, no solo las palabras, si no la forma de decirlas.. Frente a él, tenía un alma acribillada, miles de balas le habían atravesado durante su corta existencia, ¿Qué estaba haciendo él al negarle aquello?.. ¿Darle el tiro de gracia?.. Los coreanos no descansarían hasta encontrarlo, posiblemente lo matarían.. o peor aún, lo violarían o matarían esa misma noche, pero no podía darse el lujo de quedarse con él. Él era un asesino, alguien que debía estar solo, por mucho que pesara, por mucho que.. ¿Doliera? No, eso ya no dolía, el ser humano se acostumbra a la vida silenciosa, el alma se almolda para llenarse así misma, de pronto te das cuenta que ya no importa, que así es mejor, pero aquellas palabras.. temblaban en el aire esperando que el otro las respirara.. las tomara entre sus manos y las colocara en sus bolsillos, a salvo, seguras.. en paz. Pero las palabras se desvanecieron y el silencio se hizo de nuevo, frente a la ventana, Belphegor pensaba que tanto dolería saltar desde ahí, que tanto dolería un disparo en la cabeza, cuanto tardaría en morir o si simplemente con cerrar los ojos puedes quedarte tranquilo, lo hizo.. pero no sirvió de nada.

-Puedes quedarte esta noche..

La noche había llegado, otro día más sin comer, sin un baño, sin una caricia, en aquel departamento, una junto a la otra, estaban ya unidas dos soledades, dos almas amoldadas a llenarse asi mismas, las palabras entre ellas sobraban, no hacían falta, convergían entrelazadas sin tocarse apenas, una, tirada en la cama esperando que el llanto no llegara y la otra en un sillón, armada, con la luz apagada.. más silencio. De pronto despiertas, con la firme idea de dejarte de problemas, tomas la espada del estuche, cortas el silencio de la noche y entras a la habitación donde el llanto ha cesado para dar paso a la respiración tranquila que solo la paz puede darte, un solo corte bastaría, no sería dificil deshacerse de un cuerpo tan pequeño, moriría dormido y entonces la vida ya no le dolería.. estaría en paz.. El silencio hace tanto ruido y el corazón comienza a hacer eco entre las cuatro paredes, de pronto se remueve el pequeño cuerpo en la cama, el filo de la espada brilla con la luz de neón que entra de la ventana e ilumina el rostro del otro, esta sonriendo.. un buen sueño, la vida no pesa, solo son cambios. El silencio regresa a su calma, se regresa al sillón y duerme alerta.. Los cabellos rubios abren los ojos y suspiran.. otro día más con vida.

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