Capítulo 2
Una de las cosas que eran bien sabidas en aquel barrio, era que no
podías meterte con la mafia coreana porque ciertamente, aquello te
costaría lo más valioso que pudieses tener, la vida.. o la de tu
familia. El padre de Belphegor comenzó a trabajar para ellos cuando
recién había muerto su mujer, necesitaba dinero rápido y fácil. Pero de
cada cinco trabajos fallaba tres, aunque últimamente todo iba de mal en
peor, su alcoholismo era el problema, meterte con los coreanos después
de todo no era cosa de fallos. Una entrega que nunca llegó, mucho dinero
perdido, solo el dios particular de cada uno de ellos sabía realmente
el paradero de tantos billetes. Esa mañana fueron a preguntar por el
dinero o por la mercancía, cualquiera de las dos cosas.. o tal vez las
dos. El Jefe de aquella mafia tenía fama de violento,
de ruin y despreciable y lo peor de todo es que la fama estaba bien
ganada y cimentada, se había cargado a varios por mucho menos, pero ese
trabajador en particular tenía algo que el jefe quería.. algo muy
valioso, algo precioso..
El presentimiento de Belphegor fue acertado, tarde se dio cuenta de eso, la puerta fue abierta por los mafiosos que pasaron uno a uno mostrando sus armas, como si están fueran un símbolo de su poderío; el último en entrar fue el Jefe, indiferente a su alrededor caminó con paso suave hasta el borde de las escaleras donde estaba sentado el niño que miraba la escena con el corazón en la garganta y el cuerpo entumecido de miedo. La sensación se hizo insoportable cuando aquel hombre, el Jefe alzó la mirada clavándola justamente en él, el temblor de su cuerpo se hizo casi violento, escuchó el primer paso, el segundo, el tercero, esos ojos verdes cada vez más cerca, más fuertes, más intensos… Era como la mirada de su hermanastro, pero ésta dolía, dolía muchísimo. El jefe paso de largo por fin seguido por sus hombres; la curiosidad innata de un niño puede más que incluso el mismo miedo y haciendo acopio de todas sus fuerzas, dio la vuelta al rostro y observó con terror que era a su puerta a la se dirigían.. Papi, pensó inmediatamente antes de levantarse ponerse en marcha hacia su hogar.. porque en esos momentos poco importaban los maltratos y los abusos, era su familia y esos hombres eran malos, lo había sentido con la mirada del más alto.. Tocaron, su padre abrió e inmediatamente el color de su rostro cambió, estaba pálido, tenía miedo.. no, terror.
-¡¿Qué carajos estás haciendo ahí?!, le gritó su padre cuando vio que se acercaba despacio hacía la puerta, las manchas de sangre en su camisa se habían tornado oscuras y densas y sus labios estaban hinchados aún, el cabello revuelto, con el flequillo cubriéndole los ojos y las piernas temblándole por largarse a correr a los brazos de su padre que lo miraba furioso. -¡¡Ve a traer leche.. ¡¡Ahora!!
El presentimiento de Belphegor fue acertado, tarde se dio cuenta de eso, la puerta fue abierta por los mafiosos que pasaron uno a uno mostrando sus armas, como si están fueran un símbolo de su poderío; el último en entrar fue el Jefe, indiferente a su alrededor caminó con paso suave hasta el borde de las escaleras donde estaba sentado el niño que miraba la escena con el corazón en la garganta y el cuerpo entumecido de miedo. La sensación se hizo insoportable cuando aquel hombre, el Jefe alzó la mirada clavándola justamente en él, el temblor de su cuerpo se hizo casi violento, escuchó el primer paso, el segundo, el tercero, esos ojos verdes cada vez más cerca, más fuertes, más intensos… Era como la mirada de su hermanastro, pero ésta dolía, dolía muchísimo. El jefe paso de largo por fin seguido por sus hombres; la curiosidad innata de un niño puede más que incluso el mismo miedo y haciendo acopio de todas sus fuerzas, dio la vuelta al rostro y observó con terror que era a su puerta a la se dirigían.. Papi, pensó inmediatamente antes de levantarse ponerse en marcha hacia su hogar.. porque en esos momentos poco importaban los maltratos y los abusos, era su familia y esos hombres eran malos, lo había sentido con la mirada del más alto.. Tocaron, su padre abrió e inmediatamente el color de su rostro cambió, estaba pálido, tenía miedo.. no, terror.
-¡¿Qué carajos estás haciendo ahí?!, le gritó su padre cuando vio que se acercaba despacio hacía la puerta, las manchas de sangre en su camisa se habían tornado oscuras y densas y sus labios estaban hinchados aún, el cabello revuelto, con el flequillo cubriéndole los ojos y las piernas temblándole por largarse a correr a los brazos de su padre que lo miraba furioso. -¡¡Ve a traer leche.. ¡¡Ahora!!
-Si.. Murmuró el pequeño antes de tomar el billete que su padre le extendía y echar una mirada rápida a aquellos hombres, de nuevo los ojos verdes estaban clavados en él, esa extraña e incomoda sensación en la barriga no se le quito hasta que salió del edificio y el aire fresco de la mañana le golpeó las mejillas pálidas y frías.. ¿Quienes eran?.. ¿Qué querían?.. Papi..
En el edificio, la mano derecha del jefe hablaba seriamente con el padre de Belphegor, tenía que devolver el dinero o la mercancía, si no, matarían a toda su familia y a él mismo. Los ojos verdes del jefe antes clavados en su pequeño hijo ahora le trituraban las entrañas, aquel hombre de verdad infundía miedo, no solamente entre sus enemigos si no también en sus amigos.. Fumaba a toda hora, se drogaba cuando se le antojaba, bebía y abusaba de quien se dejara pero más de los que no, era un hombre poderoso, peligroso..
-Yo no tengo la droga, entiende, yo la entregue y jamás vi el dine…
-¡¿Cómo mierdas quieres que creamos que nunca te dieron
el dinero?! ¡No eres un maldito principiante! Tienes casi doce años
trabajando para nosotros y si te hemos mantenido con vida es porque nos
sirves de camello y eres fácil de sacar de prisión, ahora.. buscaras esa
mercancía o conseguirás el dinero..
-Pero yo no se..
-Mira.. El Jefe ya te dio casi una semana de plazo.. eso
es más de lo que incluso yo podría pedir para él..
¿Okey? -Si.. -Mañana.. a esta misma hora, la droga, el dinero.. o tu
familia.
-…
Más claro ni el agua.. El Jefe lo miró con una sonrisa de medio lado e inclinando la cabeza en señal de despedida se dio la vuelta para bajar las escaleras, mañana a esa hora, salvo por un milagro, aquel hombre y casi toda su familia estarían muertos.. Antes de salir del edificio, entró la razón de aquel casi. Belphegor.
Somos balas.. balas que atraviesan la vida de los demás.. vamos
dejando un hilo de sangre con nuestros pasos y nuestras acciones, las
cicatrices nos brillan en la oscuridad de nuestras almas..
Aquella noche Belphegor se encerró en su habitación, escucho los
gemidos de la puta de su madrastra y de su padre que no dijo una sola
palabra cuando regresó de la tienda y le dio el cambio, tan solo se
limito a acariciarle los cabellos y sonreirle como pocas veces en su
vida lo había hecho. La cerradura se movió varias veces esa noche, él la
escucho perfectamente, junto con las amenazas de unos golpes que
seguramente mañana recibiría sin falta, se abrazo al único recuerdo que
tenía de su madre, un tiburón de felpa que su padre había ganado en un
concurso de tiro al blanco de alguna feria que visitaron cuando aún eran
felices. Lloró, aunque sabía que las lagrimas no le protegerían de los
golpes, que no callarían la voz gastada de su madrastra, que no
ayudarían a su padre contra esos hombres, lloro.. porque no le quedaba
más que hacer, porque a veces, los niños también sufrían.. mucho más que
los adultos. Después de varias horas, se quedo profundamente dormido,
abrazado con todas sus fuerzas al peluche y con muchísimas ganas de
amanecer muerto..
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