De los amores que nacen de la violencia…
La vida suele transcurrir mediante pequeños altibajos de buenos momentos y malos momentos, nunca se es enteramente feliz, pero al pasar de los años aprendes a diferenciar lo que realmente vale o no la pena. Cuando se es niño por ejemplo, una tarde de juegos en un parque pueden alegrar hasta por semanas. Cuando se es niño todo parece marchar bien.. Pero.. No para todos. En un día cualquiera, en una cuidad cualquiera.. a un niño cualquiera la vida le puede cambiar dramáticamente en tan solo.. tres disparos.
Somos balas, somos balas en la vida de los demás.. los atravesamos, les abrimos la carne y el alma, algunas veces si nos disparan con la justa fuerza podemos hasta matarlos; sin embargo, ¿No es preferible dejar cicatrices?.. Mostrarles que su pasado no solo es real, si no que casi los mata.. casi los destruye.. y he ahí la palabra clave.. casi. Porque queramos o no, siempre salimos avante de todo mal, rotos o descosidos, pero vivos.. vivos.
1 Capítulo.
Una Ciudad cualquiera.
Vivámoslo desde este lado de la historia.. Un día cualquiera, en una cuidad cualquiera, en un barrio cualquiera.. un edificio gris, sin nada más provechoso que una sucia alberca en la terraza. Ahí, vive él.. late en uno de los pisos del centro, donde solamente tres habitaciones separan mundos tan distintos. Su familia, un padre alcohólico, su madrastra que no es más que una prostituta de taxi, su hermanastro.. y él. No debía tener más de doce años, el cabello rubio y el cuerpo escuálido de su difunta madre, una pobre mujer que trabajó en una empacadora todo el tiempo de su embarazo lo cual le costó la vida al parir a ese renacuajo escurridizo al que dieron por nombre Belphegor. Demasiado pequeño para sobrevivir, le daban menos de 72 hrs de vida.. Hasta ese mañana había contado 105189.75048 de éstas. Su padre alcohólico desde que su mujer murió se hizo cargo como pudo del pequeño de ojos zarcos.. demasiado delicado para sobrevivir en un mundo tan mezquino o al menos eso parecía. Desde muy pequeño dio muestras de una inteligencia superior a la de muchos adultos lo cual le abrió el mundo de aquellas calles peligrosas en las que vivió toda su vida hasta ese día, haciendo alguna trampa acá, allá, ganando dinero para costearse los cigarros que fumaba más por rebeldía que por gusto.
Ninguno de ellos sabía a ciencia cierta de donde salía el dinero para
comer, lo que ganaba la mujer de su padre no daba para mucho, lo cierto
es que siempre al final de mes, en el hogar se podía respirar
tranquilamente, los gritos callaban, los golpes desaparecían y por las
noches se podía dormir tranquilamente, sin el temor de que la puerta se
abriera y se cerrara con llave.. y es que en casa nunca estaba o evitaba
estarlo lo más posible, desde que aquella mujer había llegado a sus
vidas, su casa no fue más de él. No era mala con él, al contrario.. lo
ignoraba y eso se lo agradecía infinitamente, el problema radicaba en su
detestable hijo, un tipo de 18 años que lo golpeaba a la menor
provocación y que más de una vez llegó a tocarlo de forma que le hacía
enmudecer y morir de vergüenza. Aquello simplemente no era vida, ya no.
Esa mañana estaba sentado al pie de la escalera, con la boca rota y la
sangre manchánlse la playera de algún muppet que ya no tenía color ni
expresión, estaba aguantandose las ganas de llorar, ya no iba a darle
ese gusto a nadie, simplemente se quedo ahí sentado repasando en su
cabeza todo lo que aquel jodido cabrón le había gritado. Sonrió al
recordar su cara cuando le mordío aquel miserable pedazo de carne que
tenía entre las piernas y que le había obligado a meterse en la boca..
el sabor asqueroso, el olor nauseabundo, la vergüenza.. la tristeza de
saber que nadie lo defendería más que él mismo..
Se abrió la puerta de golpe sacandolo de aquellos recuerdos recientes,
un ruido sordo lleno el recinto, como cuando se rompe un cristal en
plena madrugada, sintió que el cuerpo se le hacía más pequeño de lo que
era, como cuando presientes algo.. algo malo.
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