Capítulo 3
Es curioso como siempre se piensa en el mañana con una esperanza casi
infantil, mañana es será el primer día del resto de mi vida, mañana
empezaré la dieta, mañana dejaré de pensar en el o ella.. mañana.. pero
si nos damos cuenta, somos los mismos del día anterior, lo único que
cambia es la sucesión de las horas y eventos, ¿En verdad cambiamos
nosotros?.. No, los cambios suceden poco a poco.. con el transcurso de
la vida, de las ideas, de los métodos.. de nosotros depende.. pero
también de los otros… los que están ahí, acribillándonos.. somos balas.
El día había amanecido con más calma que nunca, los rayos del sol apenas lograban atravesar los intensos nubarrones que se formaban en un cielo oscuro.. frío.. triste. La tensión en casa cortaba el aire, todos estaban preocupados aunque justamente no se sabía la razón, la mujer que llamaban madre se preparaba con su falda más corta y las medias menos rotas, los labios burdos pintados de rojo, el cabello de un rubio artificial que dañaba la vista.. la miseria tatuada en los ojos y un extraño gesto de preocupación que casi nunca tenía más que cuando el dinero no alcanzaba para el alcohol del padre. El tipo al que llamaba hijo esperaba con paciencia mortífera a que se abriera la puerta de la última habitación, tenía dispuestos el odio, las ganas y la rabia, esa mañana sin duda dejaría cicatrices imborrables en el alma y cuerpo de Belphegor.. ¿El padre?.. inconsciente tumbado en la cama, queriendo hacer oídos sordos a su cabeza que le repetía una y otra vez “Sácalos de aquí“…
Belphegor despertó más temprano que todos ellos, con la resaca del llanto la cabeza se le estaba partiendo en pedazos, apenas puso un pie fuera de la cama sintió que el mundo se le venía encima, su hermano.. la puerta.. las amenazas, los ojos verdes.. sacudió la cabeza en un intento vano de olvidar todo aquello y se vistió; sabía perfectamente que si salía de la habitación su vida terminaría. Apenas un pantalón corto que le venía grande pese a ser de sus primeros años, una playera larga deslavada, sus botas, el cabello ocultándole los ojos que nunca mostraba por vergüenza, su labio herido.. suspiró y acomodo una silla cerca del ducto de aire, si había algo que valía la pena de ser tan pequeño era que tenía acceso a todas partes, subió a la silla y haciendo acopio de todas las fuerzas que tenía su cuerpo se adentro en el ducto tratando de hacer el menor ruido posible, la salida estaba en el pasillo que daba hacia las escaleras, saltaría y saldría de ese lugar huyendo de la paliza que seguramente ya tendrían lista.
Después de unos minutos de andar por el ducto encontró la salida,
abrió y pudo respirar el aire atestado de cigarrillo y otro aroma que no
tenía ganas de conocer, primero las piernas, colgaban a varios metros,
¿Saltar o no saltar? Lo había hecho infinidad de veces pero aún tenía
miedo de caer mal y no poder correr si lo descubrían, suspiro y
maldiciendose así mismo saltó.
-Ushishishihi...
De los acontecimientos que sucedieron a solo dos puertas de la
habitación que él ocupaba no sabía nada, disparos con silenciador,
algunos por lo menos, porque otros fueron hechos sin duda alguna con
alguna escopeta, Demasiado odio, pensó, lo cierto es que ahora,
recostado en su cama tenía a una pequeña maraña de cabellos rubios
hecha un mar de llanto, no pregunto nada ni dijo nada durante las horas
que siguieron, la policía llegó, hicieron preguntas, él contesto,
revisaron, vieron al pequeño.. Mi hijo, respondía él sin ningún
problema, aunque bien pudo ahorrarse cualquier tipo de problema y
entregarlo.. para que lo mataran esa misma noche. Negó con la cabeza a
las interrogantes de los investigadores acerca de lo ocurrido y a sus
propios pensamientos. Desde la primera vez que le había visto por la
ventana le había parecido un chico demasiado delicado para estar en
aquellos lugares, aunque bien sabía de la fama que tenía, un tramposo,
bastante mentiroso para su edad y sobretodo astuto, un verdadero tesoro.
Esa mañana le había visto salir por los ductos del aire, se escondía de
alguien sin duda alguna, sonrió y cerro la mirilla de la puerta. Que viva, es un niño aún
dijo en voz baja antes de meterse de lleno en su preparación matutina.
Cuatrocientas abdominales diarias, la misma cantidad de sentadillas,
aunque esa mañana particularmente estaba inquieto, suspiro e hizo el
doble de cada una, sentía que los tendones le reventarían en cualquier
momento pero aún así no se detuvo, había algo en el aire que no lo
dejaba estar quieto. Se levantó como pudo del suelo donde se ejercitaba y
caminó hasta el baño, pudo verse en el espejo por primera vez en
semanas, el flequillo le cubría el rostro por completo y el cabello más
largo atado a una trenza le daba el aspecto de un anciano cansado,
suspiró y dio un puñetazo al espejo rompiéndolo en mil pedazos,tomó una
de las espigas y la llevó a las cicatrices de uno de sus brazos.. ¿En qué estaba pensando?
Se interrogó aunque más bien aquello parecía un reclamo, soltó el
pedazo de vidrio y se adentro en la tina de agua fría que le esperaba
para tensar aún más sus músculos. Cerrando los ojos, dio por terminado
aquel episodio de recuerdos fatuos que no hacían más que atormentarlo..
recordó los cabellos rubios del niño del departamento contiguo, sus
carcajadas que muchas veces llegaban a su ventana, su llanto en las
escaleras.. su rabia..
Abrió los ojos de golpe varios minutos después sintiendo un hoyo en
el pecho, chasqueó los dientes y salió de la tina maldiciendo, comenzaba
su día. Poseía una planta, su única compañera, la sacó a la ventana y
se asomó bien para ver si encontraba los cabellos rubios pero no, el sol
apenas despuntaba y posiblemente el pequeño hubiese ido al albergue a
unas cuadras por comida o por abrigo, lo había visto solamente con unos
pantalones muy cortos y una playera que le daban más aspecto de niño
desvalido del que tenía. Resignado, limpió con esmero y cuidado cada una
de las hojas de su planta, conversó con ella y le dedico más de una
sonrisa, después, se sentó en la mesa de la cocina y saco su estuche
viejo de violín, cualquiera pensaría en un músico romántico que dejo su
cuidad de origen para vivir la vida al máximo, con la música, la noche,
el amor.. nada más lejos de la realidad, abriéndolo uno podía encontrar
en el centro una espada que solo de verla cortaba, la saco con cuidado y
comenzó a limpiarla con el mismo amor y esmero que a su planta. Sumido
en sus labores, en sus pensamientos, en los cabellos rubios contra el
sol, pensó en espigas doradas de algún campo de sueños, brisa fresca, un
hogar..
El primer disparo, el segundo.. gritos.. Se levantó y tomo un arma de
fuego que estaba escondida debajo de la mesa y caminó a tientas hasta
la puerta, abrió la mirilla y desde ahí contempló a varios hombres
encaramados en la puerta de los cabellos rubios, el hoyo en su pecho se
hizo más grande pero conteniéndose recordó que él no estaba, tomo aire y
vio aparecer en el pasillo a un tipo alto, de ojos verdes, estaba
sonriendo mientras se fumaba un cigarrillo y cortaba el cartucho de una
escopeta. Uno de sus hombres se acercó a susurrarle algo al oído, debió
ser algo grave porque se volvió loco y entró disparando solo dios sabe a
quien, sus hombres literalmente estaban muertos de miedo y
movilizándose comenzaron a buscar algo.. o a alguien, los gritos del
tipo alto se hicieron cada vez más altos “¡Encuentren a ese maldito mocoso!” ..
Abrió los ojos descomunalmente, eso iban a buscar.. se quedó quieto mirándo a los hombres movilizarse en busca del pequeño, pasando un buen rato se escuchó una nueva descarga de disparos, otro calibre.. gritos de nuevo, demasiado odio demasiado odio.. y de pronto todo en silencio.. los hombres entraron profiriendo maldiciones que bastarían para amedrentar hasta el más siniestro de los hombres, el silencio de nuevo, la tensión en el aire, el fuerte olor a sangre y pólvora..
De improvisto, los cabellos rubios aparecieron al final del corredor, el hoyo en su pecho se hizo más grande conforme el pequeño caminaba por el pasillo y olvidando toda regla de no meterse en problemas de ningún tipo, abrió la puerta caminando lo más rápido posible hacía el chico que no parecía darse cuenta que él estaba aproximándose, cuando por fin estuvo frente a él miró con lastima que el pequeño tenía el labio roto y gruesas lagrimas salían de sus ojos ocultos, estaba tenso, completamente sumido en el dolor, lo tomo en brazos y se dio cuenta de lo ligero y frágil que era, tal como lo había imaginado tantas veces, lo que no imaginaba es que fuera tan fuerte, porque en cuanto lo abrazo sintió los bracitos aferrarse a su cuello hasta el punto de dejarlo sin respiración, hizo que las piernas delgadas del pequeño le rodearan la cintura y caminó sigiloso de vuelta a su departamento, cerró la puerta en silenció, sin seguro porque este hacía demasiado ruido y completamente seguro que no le habían visto, lo llevó hasta la alcoba sin uso depositándolo en la cama, el pequeño rompió en llanto cuando se sintió sobre piso firme.. Lo dejo solo y cerro la puerta para que sus sollozos no fueran escuchados por los otros y regreso a su sitio, vio la razón del silencio y de la tensión, alguien le había disparado al que seguramente era el que mandaba en aquel escuadrón. Se fueron al cabo de varios minutos, volverían, porque no habían obtenido lo que querían.. Una hora después llegó la policía y empezaron los interrogatorios..
Los acontecimientos que llevaron a esa matanza no los conocía y posiblemente no lo haría.. la maraña de cabellos rubios ahora estaba dormida profundamente, con los espasmos que quedaban en el alma después del llanto doloroso, su respiración tranquilizaba pero a ratos leves quejidos le sobresaltaban, estaba sufriendo.. demasiado. Guardo silencio y sentándose en el sillón que daba justo a la ventana, apagó el peor día de la vida de aquel pequeño.. Mañana sería otro día.. y el que sigue.. y el que sigue..
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