14.10.11

Drowning Lessons.

Llegue en la mañana a dejar la leche en su casa y como siempre que lo hacia me encerré en el cuarto con su madre y me la tire, lo hice sin ganas, me daba asco verla cuando me la chupaba, era tan triste... pero aun así me vine en su rostro y le pedí que me prestara dinero. Me dio mucho mas de lo que le pedí mientras me terminaba de vestir con la mirada revisaba la habitación. Dolly estaba afuera dibujando en la mesa del jardín. Se veía tan hermosa, tenia los piecitos cruzados y los movía con toda la lentitud de sus años, la cabeza le descansaba en una mano y parecía estar concentrada en lo que dibujaba. El cabello rubio suelto, moviendose con el viento y los ojos azules igual de tristes que siempre. No pude evitarlo y me acerque despacio. Le pregunte que dibujaba y ella me miro sin sonreirme y me dijo que dibujaba un sueño que tuvo. Tome la hoja y lo tuve todo claro. Era una orden ese dibujo. Era su casa en llamas. Le sonreí y le dije que los sueños que se dibujan siempre se hacían realidad y ella me sonrió como siempre. Fue un extraño trato que se firmo en ese instante.

Me subí a la camioneta y fui al pueblo a comprar una escopeta, gasolina, correas, cigarrillos y cerveza. Cuando llegue a su casa era aun temprano, me quede en la camioneta un rato bebiendo y fumando para tranquilizarme un poco. No tenia idea de lo que sucedería, yo solo quería que Dolly me volviera a sonreír como lo hacia a veces, cuando estaba de buenas y no me mandaba a la mierda como a veces solía hacerlo. Poco a poco se fueron apagando las luces de la casa, solo quedo encendida la de su habitación. Recuerdo que me había dicho que lo hacia porque así no entraría el demonio a hacerle cosas que no le gustaban... mi sangre hervió al recordar eso y arrojando la lata de cerveza al parabrisas de la camioneta tome la escopeta y fui directo a la casa. Entre con la llave que la puta de su madre me había dado, por si las dudas. Subí hasta su habitación con muchisimo cuidado y abrí la puerta encontrándola sentada en su cama recien bañada y con la toalla enredada en el cuerpecito escuálido, le sonreí con ternura y le mostré la escopeta. Le pedí que no gritara porque a ella jamas la lastimaria y asintió levantandose para asomarse en el pasillo si no había nadie y cerro con llave la puerta. Le conté lo que había comprado, le dije que desde el día que la había visto no había podido cerrar los ojos sin imaginarla, le hable de mis sentimientos, de mi amor infinito por ella...

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